DECO

Columna creativa de Carina Michelli

La luz, belleza intangible.

Se hizo la luz, decimos cuando obtenemos una respuesta, cuando un hallazgo nos satisface. El encantamiento de ver (ver en detalle, atravesar con la mirada las cosas) es una revelación en sí. La luz nos enciende la vida. Más diestros seamos en su manejo, mejor. Pero cuidado. Nos pasa con las personas. Tal vez iluminamos solo un sector de ellas y tomamos la parte por el todo. Resultado: un final abierto, no tan cerca de las expectativas formales. También la luna nos enseña desde lejos con su cara oculta: está, pero no, pero sí. Entender la luz es apropiarnos de más mundo.

Ahora bien, vamos a lo nuestro. ¿Qué pasa con los objetos, con ese rincón que amamos, cuando los observamos en soledad, a cualquier hora del día? ¿Es siempre el mismo? ¿Qué secretos nos quiere confesar cuando no está bien iluminado?

Sin dudas, uno de los grandes aliados a la hora de decorar nuestro hogar es el tipo de luz que va a encenderlo todo.

Es un tema que lleva su tiempo de elección.

La iluminación emociona. Lo sabemos. Desde la buena organización de la luz del día, que nos predispone distinto. Ese rayo que amanece sobre el sofá, la cortina perfecta que se deja invadir para transformarlo, las sombras débiles que le cambian el tono, son un preámbulo. Una canción. Lo elevan a la categoría de pequeño dios quieto. Minutos antes era solo un lugar para sentarse.

www.carinamichelli.com

 @carina.michelli

 —FOTOGRAFÍA FEDE PAUL.

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